La ola de criminalidad propulsa a un ultraderechista a la presidencia de Chile
La ansiedad que generan en Chile la inmigración y los crímenes violentos han llevado a José Antonio Kast hasta las puertas del palacio presidencial.
Se prevé que el domingo sea electo como el primer líder de extrema derecha desde la partida del dictador Augusto Pinochet, hace 35 años.
En un barrio del centro de Santiago, poco después de las seis de la tarde, decenas de policías encapuchados y armados irrumpen de repente desde una caravana de 15 vehículos sin identificación.
¡Bang, bang, bang! Empiezan a derribar las puertas de nueve presuntas bocas de droga en una serie de redadas sincronizadas.
Esta es la "Operación Colombia", resultado de una investigación de seis meses sobre una red extranjera de narcotráfico realizada por el equivalente chileno del FBI: la Policía de Investigaciones.
Encargada de mantener el orden en lo que antes era uno de los países más seguros de América Latina, la fuerza ahora se encuentra en la primera línea de una encarnizada batalla contra el crimen organizado.
"Estoy a punto de cumplir 35 años de servicio", dijo a la AFP el prefecto inspector Erick Menay, jefe nacional contra el crimen organizado.
Cuenta que con el tiempo el trabajo se ha transformado por la llegada de bandas sofisticadas y ultraviolentas de Perú, Ecuador, Colombia y, sobre todo, de Venezuela, especialmente por el Tren de Aragua.
Sus disputas territoriales "han traído mucha violencia, muchos disparos, muchas víctimas, mucha inseguridad", señaló.
Desde el cambio de milenio, la violencia vinculada al crimen organizado aumentó cerca de 40%, según estadísticas oficiales. La tasa de homicidios creció un 50%, según datos de la ONU.
Las encuestas muestran que la mayoría de los chilenos considera hoy que el crimen es el problema más serio del país.
- "Estado de emergencia" -
"El país se cae a pedazos", repite una y otra vez el hombre que probablemente lo dirigirá en los próximos cuatro años, el tres veces candidato presidencial y padre de nueve hijos José Antonio Kast.
Suficientes chilenos coinciden con él como para que aventaje ampliamente a la izquierdista Jeannette Jara en los sondeos de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del domingo.
Tras un cristal antibalas, promete deportar a cientos de miles de migrantes irregulares, sellar la frontera norte y declarar el estado de emergencia.
Sin embargo, datos y testimonios chocan con su idea de que el país está en una crisis profunda.
Quienes trabajan en la policía y otros servicios de seguridad dicen que, aunque el crimen aumentó y se volvió más violento, lo hizo desde una base muy baja.
Si bien una encuesta reciente del gobierno mostró que el 88% de los chilenos cree que el crimen aumentó en el último año, el porcentaje de la población que fue víctima de delitos violentos fue de poco menos del 6%.
Las estadísticas policiales indican que la tasa de delitos violentos se estabilizó y en algunos casos está bajando.
Hassel Barrientos Hermosilla, jefe de la unidad contra secuestros y extorsiones de la Policía de Investigaciones, dijo a la AFP que es raro que los chilenos sean el objetivo de esos delitos específicos de alto perfil, pese a la percepción pública.
Explicó que las bandas peruanas tienden a apuntar a peruanos, y las venezolanas a venezolanos, y que utilizan la presión sobre las familias de las víctimas en sus países de origen para obtener rescates o extorsionarles.
El miedo ha crecido mucho más rápido que la tasa de criminalidad, según el exgeneral del ejército Christian Bolívar, que dirige la seguridad municipal de Las Condes, un acomodado suburbio de Santiago.
"Es evidente que la percepción, lo que la gente siente respecto de la seguridad, está muy distante de la realidad", dijo a la AFP.
Con 450 personas a su mando y un moderno centro de comando para monitorear imágenes de cámaras de seguridad de toda una franja del este de Santiago, explica que una de sus mayores tareas es mantener este miedo bajo control.
Como las personas tienen un temor excesivo a salir de casa, las calles están más vacías y por lo tanto son menos seguras: un círculo vicioso de ansiedad.
"Esa percepción es la que cuesta más abordar", señala Bolívar. "Podemos tener mecanismos de control, de fiscalización, de combate al crimen, pero cuesta mucho más llegar a la mente de las personas tratando de influir en ellas para que se entienda que la condición de seguridad no es tan crítica como se visualiza o como se percibe".
Hay indicios de que los medios —muchos de los cuales transmiten en vivo incluso operativos menores contra la droga— pueden estar alimentando los temores de la gente.
Una encuesta reciente de UDP-Feedback mostró que los televidentes chilenos tienen un 25% más de probabilidad de decir que el crimen violento es un problema que los lectores de diarios.
Durante una redada en un barrio de Santiago conocido como "Pequeña Caracas", la policía de la "Operación Colombia" detuvo a dos mujeres jóvenes y a un menor, e incautó unos pocos kilos presuntamente de cocaína, y otras drogas.
En la mayoría de los países, sería un operativo relativamente pequeño. Pero varios equipos televisivos llegaron al lugar, listos para transmitir los arrestos en directo.
S.Olivares--LGdM